Friday, 28 September 2007

El volcán de agua, el volcán de fuego y la tierra de los Congos

Comiendo unos espaguetis en uno de los hostales de Altagracia, en la isla de Ometepe, un niño se acercó a pedirnos unas monedas. Cuando le enseñamos fotos del volcán Arenal en Costa Rica, él nos habló de sus dos volcanes, el volcán de agua (el cuál había tenido una erupción de agua recientemente) y de fuego. Pensamos en la ingenuidad de los niños y en las tradiciones y cuentos que interactuúan dentro de las comunidades. El ser humano desde el principio de la civilización ha tenido muy en cuenta en sus diferentes culturas las grandes dicotomías del mundo, y el fuego y el agua es una de ellas.
 
Al día siguiente decidimos escalar uno de ellos. Por supuesto decidimos subir el más pequeño de ambos, el Volcán Maderas (1394m). A pesar de los constantes avisos de precaución y necesidad de un guía para subir, desoimos la información e iniciamos la escalada. El ascenso era de 3 horas de constante subida, rodeados de bosque humedo de inmenso atractivo (a pesar de pasar por otras zonas de bosque humedo o selva hay lugares que todavía te sorprenden por su belleza). Numerosos ruidos se oían en la misma: muchas especies de pajaros, lagartos, monos aulladores que en la zona se llaman congos e insectos por doquier.
 
Las duras rampas repletas de barro nos guiaron hacia el crater, una bellisima laguna rodeada de aquel bosque húmedo que no pudimos disfrutar por la necesidad de coger el último bus para volver al hotel que estabamos pagando.
 
Bajando,los congos aullaban ansiosos. Parecía que necesitaran nuestra marcha para que la noche fuese tranquila y sus sueños limpios de dudas. Se nos acercaban cada vez más y los oíamos en las ramas de encima. Hasta que uno de los grandes machos se situó en la rama justo encima de mi cabeza y empezó a cagar (por suerte ni uno de los chorongos me impactó, pero pasaron cerca).Según nuestro "extenso" conocimiento del comportamiento de los simios adquirido por nuestro paso por Bolivia, esta era una señal inequivoca de que su paciencia se acababa. Era el momento de acelerar el paso y buscar refugio en la civilización.
 
Nuestro descenso rápido y seco (por nuestra botella que no por el suelo resbaladizo que testeó la consistencia de nuestros musculos de la parte posterior, dicese, del culo) nos llevó otra vez al calor de la humanidad. Aunque aún los oíamos, esta era región de hombres y no el reino de los congos.
 
La isla Ometepe no tiene solamente los volcanes como atractivos. Está situada en el Mar de Agua Dulce (nombre que dieron los conquistadores al Lago Nicaragua), con numerosas especies únicas en el mundo como el tiburón o el pez sierra de agua dulce. Posee playas de gran belleza y gente de mucha tradición y simpatía. De hecho toda la isla está llena de petroglifos que recuerdan a sus gentes de donde vienen y donde viven; de y en una isla que muchos pueblos calificaron como sagrada y que en muchas tradiciones se describía como el destino de las grandes migraciones de la antigüedad del continente, la isla de los dos (ome) cerros (tepe).


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